En el año 2007, finalizado mi tratamiento para combatir la Hepatitis C, encabecé la formación de un Grupo de Ayuda para enfermos, familiares y amigos. Nació así "Hepatitis Rosario”, que tuvo el apoyo fundamental desde su comienzo, del Profesor Dr, Hugo Enrique Tanno.
Siete años después de aquellas inquietudes que me impulsaron a formarlo, quiero llegar al público lector para contarles lo que ha sucedido en su transcurso. En la ciudad, en el país, en el mundo.
Hemos avanzado mucho. Mas, era tanto lo que había por hacer, que este avance, real y concreto, no alcanza a cubrir las necesidades básicas.
Les cuento.
En el año 2007, las Hepatitis, para la mayoría de las personas, significaban ponerse amarillo, orinar oscuro, tener popó blanca. Cuarenta días de cama, té, gaseosa suave, caldo. Y ¡listo! La mayoría creía que eso era todo en la materia.
Hoy, son muchos los que saben que esos síntomas pertenecen a la hepatitis A, y que las vacunas casi han logrado su desaparición.
Y aprendieron que existe la hepatitis B, la C, la D y otras malignas. Que su prevención es fundamental, que las vías de transmisión se deben conocer, que se debe exigir esterilización en los tatuajes de moda. Que existen tratamientos. Es cierto. Hemos logrado que las personas sepan mucho más que antes. Nadie se sorprende cuando se habla de fibrosis, cirrosis, cáncer o de tratamientos difíciles.
Parece una historia que caminara hacia un final feliz. Desgraciadamente está muy lejos de serlo. Porque la cosa es complicada, costosa, difícil.
La OMS nos da esta espeluznante cifra: 1.500.000 personas mueren por año en el mundo a causa de la hepatitis B y la hepatitis C. Colocan a las hepatitis como la 8ª causa de muerte en el mundo.
Es bueno preguntarnos ¿por qué?
Me atrevo a acercarles una de tantas respuestas.
No existen políticas apropiadas de salud.
De existir, no hubiera habido necesidad de que nos conformáramos los 260 grupos en el mundo, para esclarecer, para contarles a las personas cómo deben prevenirse, para hacerles comprender que tienen derecho a saber si padecen hepatitis, que las muy malditas son silenciosas, que cuando dan síntomas suele ser demasiado tarde. Que los gobiernos, todos los gobiernos, al no tener valederas políticas de salud, son cómplices del silencio en el que están inmersas. Que los estudios de las personas infectadas y los respectivos tratamientos son carísimos. Y que la tristeza de los hepatólogos se comprende, porque en general, las personas, de haber concurrido a la consulta en forma oportuna, pudieron haber detenido el camino cruel que siguen las hepatitis cuando se hacen crónicas.
Camino que las arrastra hacia la fibrosis, cirrosis, cáncer hepático. Camino que con suerte puede llegar a dejarles la posibilidad de un transplante para conservar sus lesionadas vidas.
¿Dramático?
Sí.
Tan dramático como real. ¿En la Argentina también?
Sí. Alrededor de 1 millón de personas están infectadas por el virus B y C y solo el 2% lo sabe.
Es obvio que estamos ante una enfermedad que se da al revés de la mayoría.
No da síntomas hasta que es demasiado tarde.
Por lo que de hepatitis hablando, en lugar de Mahoma ir a la montaña, la montaña tendrá que ir a Mahoma.
Los gobiernos lo saben. No es cultura ni información lo que les falta. Les faltan verdaderas políticas de salud. Leyes que regulen el accionar obligatorio en la materia. Sabias y previsoras. En pos de la preservación de la salud, deberán enseñarle a la población que deben ir en búsqueda de la enfermedad. Hacerse la detección de las Hepatitis que deberá ser obligatoria y gratuita. Por ley. Ganarle a los virus, por Ley. Porque sino la población oculta, seguirá siendo oculta.
¿Por qué no es así? Parece tan simple…
¿Será por el costo excesivo de los estudios previos al tratamiento? ¿O el elevadísimo costo del tratamiento en sí?
Navegando inmersa en esta triste realidad, recordé las frase de un gran científico que con los ojos humedecidos dijera un día: " En los gobiernos, el mejor Ministro de salud es el que menos problemas le lleva al Ministro de economía”.
Me quedé pensando…
¡No! ¡No todos piensan así! Sino ¿cómo explicamos el maravilloso avance de la ciencia que cada vez descubre tratamientos nuevos que amplían enormemente los porcentajes de cura de las hepatitis?
Cuando decimos ciencia, decimos los seres humanos que la componen. Soñadores que apuestan a la vida. Como Baruch Blumberg cuando descubrió el virus de la hepatitis B y su posterior vacuna, o como cuando en 1989 individualizaron el virus de la hepatitis C que antes, por desconocida llamaban "no A no B”. O como todos los hepatólogos, biquímicos, enfermos, integrantes de grupos de ayuda, soñadores todos, que compartimos con tanta alegría el avance insoslayable.
Las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
¿Habrá que quitar a las que solapadamente se introdujeron en los gobiernos del mundo?
Colaboración de Edith Michelotti - Coordinadora general Grupo Hepatitis Rosario - 10 de octubre de 2014 - Publicado en Hepatitis 2000 https://hepatitis2000.org