Advierten que las hepatitis B y C crecen cada vez más y se detectan cuando el daño es «severo»
Por lo menos una de cada 50 personas sufre en la Argentina hepatitis B ó hepatitis C -un tipo generalmente crónico de esta enfermedad que puede llevar a la muerte-, aunque la mayoría de ellas no lo sabe o recién lo descubre «cuando el daño hepático es severo», según datos que manejan los especialistas locales.
En ese sentido, el jefe de la Sección Hepatología del Hospital Italiano de Buenos Aires, Adrián Gadano, advirtió que las hepatitis virales «constituyen en este momento una grave problemática» tanto en la Argentina como en el resto del mundo, y es necesario «tratarla como tal, para tener mayores posibilidades de eficacia».
«Las hepatitis crónicas, como la B ó la C, son realmente peligrosas porque en la gran mayoría de los casos son asintomáticas. Pueden llevar a una enfermedad grave, potencialmente mortal, sin que el paciente tenga antes ningún síntoma. Estos síntomas pueden aparecer sólo cuando la enfermedad está demasiado avanzada», afirmó Gadano.
Según estadísticas internacionales, en el caso de la hepatitis B -para la cual hay vacunas que previenen la enfermedad- en todo el mundo hay unos 350 millones de personas afectadas (con un promedio de entre el 2 y el 3 por ciento de la población), mientras que en el caso de la hepatitis C -para la cual no hay vacunas- el índice de afectados llega al 2 por ciento de la población en promedio.
A diferencia de la hepatitis A -que se contagia por el agua o elementos contaminados y rápidamente genera síntomas claros como fiebre, vómitos, dolor abdominal y color amarillo- el virus de las hepatitis B y C se contagia «por el contacto con sangre y por vía sexual», según el caso.
Aseguró el Dr. Adrián Gadano que «es fundamental ir a buscar al paciente en los grupos de riesgo y detectar cuanto antes la presencia del virus».
«La hepatitis B -señaló Gadano- comparte las mismas vías de contagio que el virus del Sida, pero es mucho más infectivo. La principal causa de contagio es el contacto sexual y el virus puede estar presente dañando el hígado sin que haya síntomas. Pero el problema es que el 30 por ciento de los pacientes va a ir indefectiblemente a una cirrosis, y eso puede llevar después a la necesidad de un trasplante».
«Las personas de alto riesgo son principalmente quienes se someten a transfusiones de sangre y quienes tienen adicción a drogas endovenosas.
El Heraldo, octubre de 2008, leer nota completa