Conforme se consolidan las nuevas opciones terapéuticas en el tratamiento contra el VHC se optimizan las indicaciones. Así, el peso del paciente requiere ser evaluado para lograr la máxima eficacia, al mismo tiempo que se vigila el cumplimiento, dado que en algunos colectivos / grupos , puede ser complicado por sus características sociales, según se ha expuesto en Barcelona en el VII Simposio Internacional sobre Hepatitis Virales.
La adherencia al tratamiento y el peso del paciente son dos parámetros indispensables para lograr una eficacia en el tratamiento de la hepatitis C, según John McHutchinson, director de Investigación Hepatológica del Instituto de Investigación Clínica de la Universidad de Duke, en Estados Unidos. El experto ha insistido en que se han de mejorar los niveles de tolerancia con los nuevos tratamientos combinados, especialmente en aquéllos que presentan un perfil más complejo, como sucede en edades avanzadas, donde se asocian patologías vasculares o metabólicas.
Respecto al manejo de pacientes con el VIH y con el VHC, el hepatólogo es partidario, al menos en su ámbito, de tratar inicialmente el VIH y a continuación el VHC, ya que los resultados sustentan esta opción. Su estudio ha demostrado que es posible reducir las complicaciones hepáticas y mejorar la supervivencia y la tolerancia en colectivos de pacientes tratados por primera vez empleando el peginterferón alfa-2b y la ribavirina. Cuando se precisa la dosis al peso, la esperanza de vida se incrementa en 4,7 años. La lesión hepática, el genotipo del virus y su carga viral son los factores que tradicionalmente se consideran como influyentes en los resultados del tratamiento.
No obstante, el peso ha demostado ser condicionante. De hecho, diversos estudios han confirmado que las características psicológicas influyen en la adherencia al tratamiento y, por tanto, en su curación, mientras que la grasa en el hígado dificulta la eficacia de la terapia. Así, en pacientes obesos es aconsejable una pérdida de peso antes de recibir el tratamiento, puesto que la grasa puede infiltrarse en el hígado.
Harvey Alter, responsable de Hepatología del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos, ha señalado que "gran parte de las hepatitis B se detectan en la donación de sangre. Si hay anticuerpos, es esencial diferenciar si se trata de un paciente curado o portador del virus". Asimismo, ha advertido de que el VHB está comenzando a remitir en zonas donde hay vacunación sistemática, no así en países que carecen de esta medida preventiva.
Diagnóstico
Por su parte, José María Sánchez Tapias, del Servicio de Hepatología del Hospital Clínico de Barcelona, ha expuesto su experiencia con el diagnóstico. En ambas hepatitis -VHC y VHB-, el diagnóstico precoz es clave para mejorar las tasas de curación y evitar el daño hepático, que puede derivar en cirrosis y trasplante.
En el caso de la hepatitis B, un simple análisis serológico bastaría para determinar si hay infección y poder entonces disminuir los casos de contagio de la enfermedad. Como ha señalado Tapias, "es importante buscar la presencia del virus en personas en las que se detecta alguna alteración de las pruebas hepáticas en controles rutinarios, en aquéllas con conductas de riesgo, como los homosexuales, en los promiscuos sexualmente, en los usuarios de drogas por vía intravenosa o en los contactos de familiares próximos de infectados por el virus".
En cuanto a la hepatitis C, la principal causa del bajo diagnóstico es que no presenta síntomas hasta pasados muchos años, hasta treinta en algunos casos, y a que "muchas personas aún creen que los índices de eficacia son los mismos que en 1995, año en que estaban al 17 por ciento, cuando sólo existía el interferón". Los agentes identificados hasta ahora como responsables de las hepatitis virales son los virus A, B, C, D, E, G y TT, de los que únicamente los B, C y D son capaces de provocar daño hepático crónico. En la hepatitis C todavía resulta más problemático por su fase asintomática.
Resistencia en VHB
El virus B es capaz de desarrollar ciertas mutaciones que le confieren resistencia, hecho que ocurre en el 15-20 por ciento de los pacientes que reciben lamivudina tras cada año de tratamiento, con lo que ésta pierde toda o parte de su eficacia en muchos casos. Precisamente, en el simposio internacional sobre hepatitis virales celebrado en Barcelona se ha presentado el adefovir dipivoxil, un análogo de los nucléotidos diseñado para bloquear la acción de la enzima implicada en la replicación del virus en el cuerpo, con lo que impide que el virus pueda reproducirse. Se administra por vía oral, su tolerancia es aceptable y la mejoría de la lesión hepática es evidente, a la luz de las investigaciones realizadas y expuestas en la reunión de hepatólogos.
El tratamiento de la hepatitis B crónica está basado en la administración de dos tipos de medicamentos: inmunomoduladores, como el interferón, y antivirales, como la lamivudina. Los primeros mejoran la enfermedad hepática al actuar sobre el paciente reduciendo la capacidad de las células del hígado para mantener la replicación del virus, y al estimular la respuesta inmune específica. Por su parte, los antivirales actúan directamente frente al virus interfiriendo en su replicación. Entre estos últimos destaca la lamivudina, un potente inhibidor de la multiplicación viral.
T. G. Pacanowski. Barcelona
Gracias Abel (Bahia Blanca) por envíar este artículo.