EL CAIRO - Hasta nueve millones de egipcios han quedado expuestos a la hepatitis C, y decenas de miles morirán cada año a menos que se realicen un transplante de hígado.
Las autoridades sanitarias adoptan medidas para frenar la propagación de este virus que se transmite por vía sanguínea, pero también deben hacer frente a una mayor proporción de muertes por falla hepática, a medida que la enfermedad avanza en quienes se infectaron hace décadas.
Por Cam McGrath - Costa Rica Hoy - 06 mayo 2009 - Link a la fuente
"La prevalencia de la hepatitis C no está creciendo, pero el impacto de un brote en los años 60 y 70 ahora aparece como un resultado clínico", dijo Mostafa Kamal Mohamed, profesor de medicina comunitaria en la Universidad Ain Shams de El Cairo.
"La enfermedad hepática se ha convertido en la principal prioridad sanitaria para el país, y continuará siéndolo durante la próxima década. Aquí, alrededor de 70 por ciento de todas las muertes por este mal se deben a la hepatitis C", agregó.
Egipto tiene la mayor prevalencia mundial de hepatitis C, legado de una bien intencionada campaña de salud que salió horriblemente mal.
En los años 60, el gobierno recurrió a la medicina moderna con la esperanza de erradicar la esquistosomiasis, una enfermedad parasitaria causada por la mala calidad del agua que también se conoce como bilharziosis y que acosaba a los agricultores del país.
En una trágica ironía, las inyecciones de tártaro emético (tartrato de antimonio y potasio) inoculadas a los egipcios residentes en áreas rurales curaron su esquistosomiasis, pero propagaron otra enfermedad mortal: la hepatitis C. "En ese momento, el tratamiento para la esquistosomiasis se administraba de modo intravenoso. No había jeringas descartables, así que una vez que la aguja se infectaba, la enfermedad se contagiaba rápidamente de una persona a otra", recordó Refaat Kamel, destacado cirujano y especialista en enfermedades tropicales.
Inadvertidamente, millones de egipcios resultaron infectados con el virus de la hepatitis C antes de que, en 1982, se pusiera fin a la campaña contra la esquistosomiasis patrocinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los científicos recién descubrieron el virus de la hepatitis C en 1987, y transcurrió otra década antes de que demostraran que su alta prevalencia en Egipto era consecuencia de la campaña masiva de los años 60.
Aunque los trabajadores egipcios de la salud comenzaron a usar jeringas descartables en los años 80, la hepatitis C continuó propagándose debido a inadecuados análisis de sangre y a malas prácticas de higiene.
"En Egipto hay laxitud en las precauciones. La gente es ignorante o no tiene cuidado (en los procesos) donde hay sangre involucrada, y esto ha facilitado la transmisión del virus de la hepatitis C", explicó Kamel.
Los resultados de un estudio nacional difundido el mes pasado muestran que entre ocho y nueve millones de egipcios, más de 10 por ciento de la población, han sido expuestos a la hepatitis C. De ellos, aproximadamente 5,5 millones son portadores crónicos. En algunas áreas rurales, alrededor de la mitad de la población adulta porta anticuerpos de la hepatitis C.
Alrededor de 30 por ciento de las personas infectadas con el virus de la hepatitis C despejan espontáneamente el virus de su sistema en un plazo de seis meses, según investigaciones realizadas en Egipto. El resto desarrolla una hepatitis crónica, que en aproximadamente un cuarto de los casos deriva en cirrosis y falla hepática en 20 a 30 años.
La bomba viral de Egipto está a punto de estallar. Los médicos estiman que unos 30.000 egipcios mueren cada año de falla hepática relacionada con el virus C, y se prevé que esta cifra aumente a medida que la enfermedad avance en quienes la contrajeron durante la campaña de 1964-1982 contra la esquistosomiasis.
"Prevemos que la cantidad de víctimas mortales llegará a su tope en 2012"³, dijo el médico Wahid Doss, director del estatal Comité Nacional para el Control de la Hepatitis Viral.
El Comité está implementando un programa de control de infecciones en hospitales y bancos de sangre como parte de una estrategia nacional para reducir las nuevas infecciones con el virus de la hepatitis C, que se estiman entre 70.000 y 140.000 casos al año.
También lidera una campaña mediática para educar al público sobre las varias vías de transmisión sanguínea. "La prevención es un gran problema en Egipto. La gente todavía se infecta con la hepatitis C" debido a conductas de riesgo, señaló Doss.
"Por ejemplo, al hacer circuncisiones o tatuajes, se utiliza el mismo instrumento para 50 personas", explicó.
Para los portadores del virus de la hepatitis C que se encuentran en fase terminal, las opciones de tratamiento son limitadas. La prohibición de realizar transplantes de órganos cadavéricos y el estricto criterio que rige las donaciones realizadas por personas vivas limitan la cantidad de hígados disponibles para ser transplantados.
"Cada año se llevan a cabo unos pocos cientos de transplantes a partir de donantes, pero se necesitan decenas de miles. Sin transplantes, todas estas personas morirán", dijo Kamel.
La limitada disponibilidad de órganos es apenas un problema. Un transplante hepático parcial puede costar hasta 60.000 dólares, más otros 10.000 dólares para la terapia inmunosupresora. Esa suma es inaccesible para la mayoría de los egipcios.
En algunos casos, el gobierno ha subsidiado los transplantes, pero no puede hacerse cargo del costo total. "Ningún gobierno sobre la Tierra puede cubrir los costos de todos los transplantes de hígado", sostuvo Kamel.
En cambio, la prioridad es tratar las infecciones con la cepa C donde la enfermedad todavía no ha causado una discapacidad hepática severa. La terapia estándar es una combinación de interferón y del fármaco antiviral ribavirin. Un tratamiento de 48 semanas cuesta 3.500 dólares, pero es efectivo en apenas 30-50 por ciento de los casos, y puede tener severos efectos secundarios.
El Comité Nacional para el Control de la Hepatitis Viral estableció 16 centros de tratamiento en todo el país, que desde el inicio del programa, hace dos años, han suministrado inyecciones gratuitas de interferón a 47.000 pacientes con hepatitis C.
El gobierno gasta más de 50 millones de dólares al año en el paquete de subsidios, pero según Doss es la estrategia más sensata y redituable.
"Uno paga por paciente ahora y se ahorra un transplante hepático 10 años después", resumió.