Esta es una nota del diario/periódico La Nación, su suplemento de salud es sin dudas excelente y aquí escribe Nora Bär sobre hígado graso, su vinculación con obesidad, como siempre un buen artículo.
Hepatitis C 2000
Un cuadro que inquieta cada vez más a los médicos crece a pasos agigantados al compás de la obesidad: el hígado graso o esteatosis hepática no alcohólica, un trastorno que presentan dos tercios de las personas obesas.
En principio, el trastorno es benigno; sin embargo, hay casos que pueden desembocar en una cirrosis. Cuando el patólogo mira a través del microscopio una muestra tomada de un hígado afectado por una forma grave de esta condición no puede diferenciarlo del de un alcohólico.
Ahora, ¿cómo saber quiénes van a progresar hacia la cirrosis y quiénes no?
Ariel Feldstein, un argentino que lidera un equipo de investigación de la Cleveland Clinic, puede haber encontrado una forma de descubrirlo con un simple análisis de sangre.
"Los resultados fueron muy prometedores. Nunca vimos una especificidad tan alta", dice Feldstein desde Cleveland, acerca de este reciente desarrollo que se publica en el último número de la revista Hepatology.
Según el científico, lo que les permitió encontrar "la punta del ovillo" fue un dato fisiológico del cuadro grave: en los pacientes que tienen hígado graso acompañado por inflamación hepática (la forma más severa de esteatosis hepática no alcohólica -en inglés, non alcoholic fatty liver disease o Nafld-) está notoriamente aumentada la apoptosis o muerte celular. De modo que el análisis que diseñaron mide en la sangre un subproducto de la apoptosis de célula hepática, los fragmentos de citokeratina 18 (CK-18). En el estudio publicado, la sensibilidad diagnóstica de esta prueba fue del 85% y su especificidad, del 99,9%.
El hígado graso es la enfermedad hepática más frecuente de la actualidad y se asocia con el notable aumento de la obesidad y la diabetes tipo 2.
Hasta ahora, para poder diferenciar la esteatosis hepática simple (infiltración de grasa en el hígado) de aquella que se presenta con inflamación y desemboca en la cirrosis era necesario practicar un procedimiento invasivo, la biopsia hepática. De allí la importancia de este hallazgo.
"En la clínica tenemos un gran problema -afirma Feldstein-. Es tan prevalente el hígado graso en los Estados Unidos que se calcula que un 20% de la población lo padece. Esto prenuncia un problema de enormes proporciones para el sistema de salud. El desafío es distinguir de todo este gran grupo de pacientes cuáles son los de cuidado, los que necesitan tratamiento. Lamentablemente, los dos grandes estudios no invasivos de los que disponemos, la ecografía hepática y los tests de función hepática, tienen muy baja sensibilidad y se pierden muchos pacientes por falsos negativos. Por otro lado, muchas veces las enzimas hepáticas están aumentadas dos o tres veces y cuando hacemos una biopsia encontramos sólo higado graso sin inflamación. Entonces, a partir de modelos animales y humanos en los que vimos que la apoptosis sólo está aumentada en pacientes con esteatosis hepática no alcohólica grave, se nos ocurrió que podíamos detectar un subproducto de ese proceso en la sangre. Y eso fue lo que buscamos en un estudio piloto de 50 pacientes. Los reclutamos en forma consecutiva y prospectiva cuando el hepatólogo y el clínico les indicaban la biopsia, y en ese momento les sacamos una muestra de sangre. El diseño del estudio es el ideal porque la obtención de la muestra fue simultánea con la prueba de referencia."
Para el doctor Luis Grosembacher, médico de planta del Hospital Italiano y coordinador de la internación endocrinológica, el trabajo es realmente interesante. "Si bien no tenemos datos epidemiológicos tan precisos como en los Estados Unidos, nuestra realidad es igualmente preocupante -asegura-. En el Hospital Italiano, que es el que más trasplantes hepáticos lleva realizados, la mayoría de los pacientes que fueron catalogados como criptogénicos (sin causa aparente) eran diabéticos. Siempre digo en mis charlas que tener diabetes y obesidad, y no estar controlado puede llevar a la morbimortalidad. Los médicos muchas veces se sorprenden de que la diabetes pueda conducir a la cirrosis."
Según las pruebas del equipo de Cleveland, los niveles de CK-18 en sangre difirieron notablemente entre los pacientes con esteatosis hepática grave y benigna. En aquellos con esteatosis hepática no alcohólica definitiva, el valor promedio era de 766 U/L versus 202 U/L en aquellos con hígado graso benigno. Por otro lado, sólo tres pacientes graves tenían niveles de CK-18 en sangre que coincidían con el cuadro benigno. Para los investigadores, el valor de corte que permite distinguir a aquellos con enfermedad inflamatoria estaría en 395 U/L.
"Es un estudio muy promisorio, pero que necesita ser convalidado -concluye Feldstein-. Es lo que estamos haciendo ahora, en una prueba que incluye a 250 pacientes de ocho centros."
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION