Testimonio de una persona que vive con hepatitis B

Por Marisol Guisasola - - A Mabel S., de 40 años, el mundo se le vino abajo cuando su novio la dejó hace un año al enterarse, por ella misma, de que acababan de diagnosticarle hepatitis B crónica. "Si el diagnóstico ya fue un shock, lo de mi novio –que sin embargo dio negativo en las pruebas– me hizo sentir como una apestada y no exagero.

En realidad, yo tenía muchas ideas equivocadas sobre las hepatitis. De hecho, pensaba que siempre producían ictericia, que la única realmente peligrosa era la hepatitis C y que la B estaba erradicada en España. Fui al médico porque me sentía cansada, me habían salido varios herpes en la cara y la barbilla, y pensaba que estaba baja de defensas", asegura. El médico de cabecera incluyó en la analítica pruebas de hepatitis. La de la B dio positivo. Una especialista en digestivo confirmó que tenía hepatitis B crónica.

Como muchas personas con esta patología, Mabel no tenía ni idea de cómo o cuándo contrajo la infección. El médico le explicó que se produce a través de fluidos corporales (semen, saliva, lágrimas, orina, leche materna...), por mantener relaciones sexuales con personas infectadas, por transfusiones de sangre contaminada (muy improbable en la actualidad), a través de material quirúrgico u odontológico infectado o por compartir jeringuillas (en el caso de los drogadictos).

"Mucha gente no sabe que la hepatitis B es una enfermedad casi tan contagiosa como el Sida", explica el dr. Ricard Solá Lamoglia, jefe de Hepatología del Servicio Digestivo del Hospital del Mar de Barcelona y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona. "En los países con alta prevalencia de hepatitis B, la mayoría de las transmisiones del virus (VHB) se producen de madre a hijo durante el parto, mientras que en España ocurren casi siempre por vía sexual. De hecho, la hepatitis B se considera hoy como una enfermedad de transmisión sexual (ETS). Por eso, además de la vacuna (que se administra a todos los niños en nuestro país), es importante insistir en la prevención que supone el empleo del preservativo", insiste el experto. Es cierto que, hace 10 años, la llegada de una vacuna cambió el panorama de la hepatitis B en España y en el resto de los países que la incluyen en su calendario de vacunación universal. Sin embargo, y tras la tranquilidad inicial, los expertos están viendo un significativo aumento de casos de hepatitis B en nuestro país y en el resto de Europa.

"La explicación está en la llegada masiva de inmigrantes de países asiáticos (chinos, pakistaníes, indios...) y de algunos países latinoamericanos (Perú, Ecuador, Bolivia...) en los que la prevalencia de hepatitis B es altísima y donde los gobiernos no costean la vacuna", explica el dr. Solá. "Como comprobamos a diario los especialistas, la incidencia entre los inmigrantes de algunos países es de más del 25%", asegura el doctor. Según cálculos ya superados, hay unos 200.000 portadores del VHB en España (unos 350 millones en el todo el mundo), la mayoría de los cuales presentan infección inactiva y de buen pronóstico. Paradójicamente, el pasado año sólo se declararon 800 casos en nuestro país. Y es que la enfermedad crónica no da síntomas y pasa frecuentemente desapercibida. De hecho, un 10% de las personas que donan sangre por primera vez descubren que han superado una infección por VHB, aunque menos del 1% tienen infección crónica.

¿La solución? Sin duda pasa por la vacuna y por pedir pruebas de hepatitis cuando vayan a realizarnos un análisis de sangre. Es la forma de descartar la posibilidad de infección y de tratarla lo antes posible cuando eso proceda. Cuanto más temprano sea el tratamiento, mejor será el pronóstico. "Aunque la hepatitis B y C se transmiten de forma diferente, sus virus tienen algo en común: infectan el hígado y provocan inflamación", señala el especialista. "La fase aguda dura unas tres semanas y la recuperación, nueve. Muchos pacientes se curan (y adquieren inmunidad de por vida), pero un porcentaje de afectados desarrollan hepatitis crónica, en la que el hígado permanece inflamado durante seis meses o más. El problema es que pocas personas se someten al análisis de sangre que bastaría para detectarlo. Mientras tanto, la enfermedad avanza silenciosa, produciendo tejido cicatrizal en el hígado, hasta que, al cabo de 20 o 30 años, aparece la cirrosis, la insuficiencia hepática y, en muchos casos, el cáncer de hígado. Entonces, la única salida es un transplante", advierte Solá. Además, asegura que hay una diferencia en cuanto al momento en que se contrae la infección: si se adquiere en la infancia (cosa poco probable en nuestro país, por la vacunación), el riesgo de cronificación es del 80%. En cambio, en un adulto ese riesgo se reduce al 10%- 20%. Dicho eso, los casos en que la infección por el virus B se cronifica y no se trata acaban derivando en cáncer, ya que esta variante es especialmente oncogénica.

Además de la aparición de la vacuna, la gran noticia en hepatitis B se dio en 1998, con la aparición de lamivudina, un antiviral. El problema pronto se haría evidente: generaba un 70% de resistencias (dejaba de ser eficaz) a los cinco años. En 2007, otro medicamento, entecavir, eliminaba el virus en un 90% de casos sin apenas efectos secundarios y superaba la "prueba de las resistencias", abriendo la puerta a una nueva generación de antivirales (entre ellos telvibudina y tenofovir) eficaces a largo plazo. Con muy baja carga viral (cantidad de virus presente en el organismo), a Mabel le han dicho que, en su caso, no están indicados los antivirales ("un tratamiento que debe ser crónico, porque si lo interrumpes se reanuda el proceso", explica el dr. Solá), y que lo mejor es "vigilar y esperar". "Pocos conocen mi problema. Soy consciente del estigma que tiene esta enfermedad", confiesa Mabel.

Hoy Mujer - julio 2009 - leer nota completa

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