Gente que sufre

Cuando Karla encontró a Iván – 06 de febrero de 2009 – nota completa

A menudo, cuando se habla de enfermedades graves, todo el mundo piensa un nombre "maldito" hasta hace unos años: Cáncer.

Esta enfermedad, mortal en muchas ocasiones, hoy es una de las que mejor pronóstico presenta si es diagnosticada a tiempo, ya que la ciencia lleva muchos años investigando, la población está muy concienciada y las campañas de la AECC (Asociación Española Contra el Cáncer), nos movilizan a todos. (Hablo de nuestro país que es lo que conozco de primera mano)

Por todo ello, los enfermos de cáncer nos sentimos protegidos, comprendidos y respaldados, lo cual hace que nuestro estado de ánimo sea positivo (a pesar de tener nuestros baches) y eso favorece a nuestra recuperación.

Sin embargo existen otras enfermedades graves, unas mortales, otras no, pero que por ser poco conocidas, o por llevar impresas (sin motivo) "mala fama", hace que las personas que las padecen no sean tratadas como se merecen; ni por la medicina, ni por la población.

Unas, como la hepatitis C o la infección por el VIH, recuerdan a la lepra, aquella que hacía estragos entre la población, y los enfermos que la padecían eran recluídos como apestados. Nadie se acercaba a ellos por temor a contagiarse y, muchas veces, se creyó que estos enfermos eran culpables de algún delito y su enfermedad correspondía a un "castigo divino".

A día de hoy, a Dios gracias, la lepra está controlada y tiene un tratamiento eficaz. Sin embargo, para los azotes de nuestra era, las mencionadas Hepatitis C y la infección por el VIH, aunque se pueden controlar, no se ha encontrado todavía un tratamiento 100% eficaz para curarlas. El interferón y otros cócteles de fármacos que se utilizan para tratar estas enfermedades, son tratamientos muy duros para el paciente (casi se diría que se asemejan, incluso a un tratamiento con quimioterapia) y, por lo prolongados, interfieren muchas veces gravemente en la calidad de vida del paciente.

Y, por si esto fuera poco, estos enfermos se ven muchas veces marginados, haciéndoles responsables de padecer estas dolencias. Volvemos al "castigo divino" de los antiguos leprosos. Y la ignorancia de la población le impide saber que estas enfermedades las puede contraer cualquiera sin practicar ninguna conducta de riesgo (médicos y enfermeras contagiados por una herida al tratar a un paciente, transfusiones de sangre contagiada, "una noche loca" sin precaución,") No son enfermedades exclusivas de alcohólicos, drogadictos, homosexuales masculinos y profesionales del sexo. Y, aunque así fuera ¿Qué ocurre, que estas personas no merecen nuestro respeto y nuestra ayuda? Ninguno de nosotros está libre de nada. Ninguno de nosotros sabe lo que puede ocurrir mañana. Ninguno de nosotros puede erigirse en juez de sus semejantes.

Capítulo aparte merecen las enfermedades mentales que, si bien la psiquiatría y la farmacología pueden tratar e incluso sanar (a veces), la gente de a pie rechaza de pleno, ridiculizando a estos enfermos y marginándolos a menudo. ¡Qué miedo nos da pronunciar la palabra psiquiatra, aun en pleno siglo XXI!"

Existen enfermedades de las que se conoce poco y se habla menos, pero que son muy invalidantes para quien las padecen como la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, la esclerosis múltiple, el parkinson o el alzheimer, por ejemplo y que, tal vez porque son multidisciplinarias, hay veces en las que la sanidad pública quizás no las trata como se deberían tratar.

Desde aquí quisiera hacer un llamamiento a las personas que padezcan alguna dolencia, especialmente si ésta no es demasiado conocida, para que nos hablen de ella, de sus causas, de sus síntomas, de su tratamiento, de su evolución, de su pronóstico y, si lo desean, de lo que ellos sienten.

Tal vez, leyendo a estas personas, nos sensibilicemos con estas poco conocidas enfermedades y con quienes las padecen ya que recordemos que no existen enfermedades, sino enfermos y todos ellos, sin excepción merecen (merecemos) ser respetados, atendidos y tratados por igual.

Carla.-

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