Trasplante de hígado por comer un hongo (seta) tóxico

«No quiero ver setas, ni las de supermercado»

Juan Rafael Báez, un nicaragúense residente en Zarautz, se recupera del transplante de hígado al que ha sido sometido tras comer una seta mortal que recogió en Pagoeta.
amanita-verna «Quien no las conozca, que no las coja, no todos tendrán la misma suerte que yo»
DV. Juan Rafael Báez estudiaba ingeniería agropecuaria en su Nicaragua natal. En aquel periodo de formación había leído en varias enciclopedias diferentes artículos relacionados con las setas. Supo que existían unas comestibles, otras venenosas y que también había especímenes que pueden resultar mortales. Hoy sabe que aquello que los libros le enseñaron era cierto. Lo sabe por experiencia propia.
Juan Rafael está vivo de milagro. El consumo de una seta, presumiblemente una Amanita verna, el pasado mes de mayo, hizo que durante días se debatiera entre la muerte y la vida. Al final, un trasplante de hígado le ha permitido disfrutar aún en este mundo. «La vida me ha dado una segunda oportunidad», asegura este nicaragúense nacido en Somoto hace 30 años.
Juan Rafael Báez acaba de salir del Hospital de Cruces donde llevaba ingresado desde el 19 de mayo. Abandonó el centro hace poco menos de un mes. Todavía está convaleciente. Sale a pasear, pero aún se cansa bastante. «Los médicos me dicen que voy a necesitar entre dos y tres meses para restablecerme. Hay que tomarlo con paciencia. Después de lo que he pasado, dos meses no es nada», afirma.

«Tuve una gran suerte de que hubiera un donante tan pronto»

Todo fue por una seta. Juan Rafael llegó a España hace poco menos de dos años. Su primer destino fue Donostia. Vino, como otros muchos compatriotas suyos a «buscarse la vida». Después de seis meses de estancia en la capital guipuzcoana fijó su residencia en Zarautz. Aquí no tardó en hacerse a la vida diaria del localidad costera. Pronto se integró en una cuadrilla y con ellos comenzó a desarrollar actividades de ocio habituales en cualquier localidad vasca. La recolección de perretxikos es una de ellas. «Yo no había cogido setas hasta venir aquí. En mi país nunca lo había hecho. Allí no hay costumbre. El día que sufrí la intoxicación no era la primera vez que iba a recolectarlas. Unos días antes fui con un amigo al monte y recogimos algunas. Las comí en tortilla, pero en aquella ocasión no hubo ningún problema», explica Juan Rafael.
La segunda vez, sin embargo, Juan Rafael no tuvo tanta suerte. «Era viernes, 15 de mayo. Fui a Pagoeta con Ibón, un amigo. Estábamos mirando por una zona a ver si había algunas. Yo vi una y la cogí, era una pequeñita. Tenía una tonalidad distinta a las otras, era un poco amarilla, y sin saber muy bien porqué le di un mordisco, me comí un trozo. El resto creo que la tiré suelo. Tuvo que ser esta seta la que me produjo la intoxicación. Estoy seguro. No creo que el ejemplar venenoso estuviese entre las otras que recogimos y que cené por la noche», afirma.
Juan Rafael no podía imaginar que aquel inocente bocado iba a conducirle al borde de la muerte. Todo parece indicar que el joven nicaragúense acababa de ingerir una Amanita verna, también conocida como Cicuta blanca, una especie mortal, aunque poco habitual en Pagoeta.
Los tratados de micología sostienen que la Verna es igual de peligrosa que la Phalloides. Las toxinas actúan sobre el hígado y riñones y dan origen a fallos hepáticos y renales. El envenenamiento se produce de manera lenta.

Vómitos y diarreas
El joven nicaragúense no tuvo problemas aquella noche, incluso salió a tomar unas cervezas con sus amigos. Los primeros síntomas de que su cuerpo no funcionaba como debía se hicieron evidentes al día siguiente. «Cuando desperté me sentí un tanto mareado, con mucho calor y la tensión alta. Por la tarde comencé a vomitar y al poco empezaron también la diarreas. Así pase la noche y por la mañana, era ya domingo, seguía igual. Sobre la dos de la mañana acudí al ambulatorio y me dijeron que podía tratarse de una gastroenteritis. Me recetaron suero y alguna medicina más», relata Juan Rafael.

«La vida me ha concedido una segunda oportunidad»

Las horas transcurrían y, sin embargo, el joven latinoamericano seguía sin mejorar. «El lunes volví al ambulatorio. El médico que me atendió me extrajo sangre y vio que el contenido de azúcar se había disparado. Me preguntó si era diabético y al verme tan mal me envió a Donostia. Fue en el hospital cuando descubrieron que todo era producto de una intoxicación por las setas. «Me preguntaron que es lo que había comido y les conté lo de las setas».
Juan Rafael no recuerda ya mucho más. «Se que me intubaron y cuando desperté estaba en el Hospital de Cruces. Ya me había transplantado el hígado. Practicaron la intervención a los pocos días de mi ingreso. Tuve la gran suerte de que hubiera un donante tan pronto».
Los agentes tóxicos de Amanita verna habían dañado de manera irreversible el hígado. También afectaron los riñones así como los pulmones. «Por suerte, después de que un periodo de diálisis los médicos lograron que los riñones comenzasen a funcionar. Los pulmones también evolucionaron de manera satisfactoria, pero con el hígado no fue posible».

Éxito del trasplante
La intervención fue un éxito al igual que el postoperatorio. «No he tenido ningún problema de rechazo. Todo ha ido de maravilla. Gracias a Dios, la Medicina en España está muy avanzada. Y en transplantes ocupa, si no el primer lugar, uno de los de vanguardia».
La recuperación de Juan Rafael está siendo espectacular. «Apenas hace un mes que dejé el hospital y ya puedo salir a la calle, pasear... Mis amigos vienen a verme. Voy recuperándome. La vida me ha concedido una segunda oportunidad. Hay que aprovecharla, hay que seguir adelante».

No más setas
Juan Rafael debe acudir cada dos semanas al Hospital de Cruces, donde es sometido a un minucioso chequeo. Asimismo, cada dos días recibe en su domicilio de Zarautz la visita de un médico. «Hay un control estricto sobre mi evolución. Los médicos me han dicho que todavía me faltan dos o tres meses para recuperarme. Además, el riesgo de rechazado aún persiste».
Después de la dramática experiencia, Juan Rafael no quiere ni oír hablar más de las setas. «Jamás volveré a recogerlas. No quiero ni las del supermercado», dice con una sonrisa. Afirma que ha aprendido la lección. «Quien no tenga experiencia y no conozca las distintas variedades, por favor que no las coja. No todos van tener la suerte que tuve yo. Hay que ser muy precavido».

Javier Peñalba | San Sebastián - Diario Vasco - 12 agosto 2009 - Leer nota completa

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