Dos historias de trasplantes de organos exitosos

La historia de la gente detrás de las estadísticas
Argentina - Roberto y Fabiana viven en Comodoro Rivadavia y fueron un número en las listas de espera. Son un número en la nómina de trasplantes exitosos. Son dos personas que comparten su historia. Ambos transitaron la espera por el trasplante y viven la etapa posterior de maneras muy distintas.

Roberto sufrió una hepatitis "A" que determinó la necesidad de un trasplante hepático que recibió tras dos meses de internación en la clínica Favaloro y dos intentos fallidos previos: la primera vez se arrepentió la familia del donante y la segunda el órgano había pertenecido a una persona obesa, y no era compatible con el cuerpo de Roberto.

La intervención se concretó el 10 de diciembre del año 2000. Desde entonces, y a pesar de haber sufrido el rechazo al órgano en dos oportunidades, vive normalmente sin mayores complicaciones que la de tener que tomar inmunosupresores y otros medicamentos por el resto de su vida, al igual que todos los trasplantados.

Fabiana, en cambio, estaba entre los casos de "urgencia".  Diabética desde hace 32 años y paciente de diálisis por insuficiencia renal, su teléfono sonó a las 1:30 am del mismo día del mismo año en que intervinieron a Roberto, para informarle que había un operativo.

Llegó al hospital y tras confirmar la compatibilidad entró a quirófano a las 7 am. La cirugía mediante la que recibió el trasplante renal duró catorce horas y una semana después le daban el alta.

Sin embargo, en 2005 debió ser sometida a un nuevo trasplante, esta vez con un donante vivo: su mamá, que en aquel entonces tenía 72 años y hoy tiene 74. Después de ese nuevo transplante, Fabiana no necesita medicación alguna y sus análisis clínicos dan perfectamente normales.

Roberto cuenta que mientras estuvo internado a la espera de la operación quería irse de la clínica para estar en su casa y que cuando le dieron el alta no quería alejarse de los médicos por inseguridad y temor.

Fabiana en cambio se reconoce como una persona totalmente despojada de los miedos aunque necesitó mucho tiempo de terapia psicológica para afrontar un aspecto de la intervención: la consciencia en el donante.

"Por un lado rezaba para que llegue mi órgano y por otro sentía que  yo le estaba deseando la muerte a alguien. En terapia aprendí que la gente se muere aunque uno no quiera y que  la decisión de donar es absolutamente personal", relata.

Roberto se siente plenamente conforme con su obra social, mientras Fabiana debió elevar su situación a la esfera judicial por falta de cobertura: "no me quieren cubrir los traslados. Mi obra social, "Galeno" no es nada barata, ellos me trasplantaron dos veces, soy paciente de alto riesgo y ahora no se hacen cargo de mí: yo tendría que haber estado en control el 4 de agosto y todavía estoy acá", cuenta.

Roberto tiene un retiro por invalidez desde la fecha de su trasplante, Fabiana es licenciada en Ciencias de la Comunicación, busca trabajo "de lo que sea" desde hace un año y no lo consigue.

Ambos coinciden en un aspecto: valorar la actitud del donante y la familia que toma la decisión, "es un acto de amor  para dar vida a otras personas".

El Patagónico, 22 de septiembre de 2008, leer nota completa

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