A diez años del trasplante hepático

Juan Manuel González Jambrina vive desde hace una década gracias a un trasplante de hígado que le ha permitido superar su enfermedad

Juan Manuel González Jambrina tiene 54 años y lleva una década viviendo con un hígado transplantado, donado por una persona totalmente anónima para él. Un órgano que literalmente le salvó la vida y que le permite llevar un día a día como el de cualquier otro ciudadano, aunque tenga que tomar de por vida la medicación para evitar el rechazo y continúe con revisiones frecuentes en Madrid para asegurar que todo marcha bien.

Juan Manuel asegura que estaba ya concienciado de la importancia de las donaciones antes siquiera de sospechar que él fuera a verse involucrado tan directamente en un proceso de estas características, un caso que nunca creemos que nos vaya a tocar directamente. «Uno de los primeros donantes de aquí de Zamora era un conocido mío y la verdad es que sí me había interesado por la donación de órganos, conocía un poco de qué iba, pero nunca pensé que lo iba a necesitar yo».

Fue un análisis rutinario, de esos que parece que no valen para nada, el que levantó las primeras sospechas de que algo iba mal en la salud de Juan Manuel. «Fui a hacerme una analítica normal para ver como iba el colesterol y empezaron a salir unas anomalías que indicaban que el hígado no funcionaba bien», relata. A partir de ahí pasó por distintos especialistas, «aunque yo me encontraba bien, perfectamente, sin problema ninguno. Hacía una vida normal».

Después de muchas pruebas «vieron que tenía el hígado bastante fastidiado» por una enfermedad posiblemente contraída tras una transfusión sanguínea. Aunque empezó el tratamiento «con el tiempo iba cada vez peor. Yo me iba encontrando mal y llegó un momento en que la situación se estaba complicando y me hicieron la propuesta de hacer un trasplante, porque era la única solución». No le costó mucho aceptar la idea: «Yo lo tenía muy claro: o me transplantaban o aquello se acababa».

Los médicos de Zamora que le trataban le remitieron a un centro de Madrid, ya que ni en la provincia ni en todo Castilla y León había hospitales para hacer transplantes de hígado. «Después de analizar los pros y los contras me mandaron a Madrid. Yo tenía todas las esperanzas, lo que más deseaba era que me pusieran en lista de espera». En los hospitales de la capital de España estuvo tres años de consultas y pruebas «hasta que los médicos ya decidieron que se me podía transplantar».
El equipo médico decidió por fin incluirlo en la lista de espera, un sistema de selección de pacientes serio y riguroso, donde no valen influencias y sólo se rige por criterios médicos. Allí permaneció casi un año a la espera de una llamada que tardó, pero llegó a tiempo.

«Entonces casi estaban empezando los teléfonos móviles, me compré uno y estaba pegado a él las 24 horas del día. Era un cachondeo porque como no había mucha cobertura tenías que estar pendiente a ver donde había y dónde no. Cuando llegabas a un sitio donde no había cob
ertura tenías que salir pintando». Todo ese tiempo «tenía esperanzas, nunca las perdí. Y me dieron una alegría cuando entré en la lista de espera». La ansiada llamada, sin embargo, no fue al móvil: «Me suena el teléfono de casa. Te piden unos cuantos teléfonos de familiares y amigos para que te puedan localizar por distintos medios. A las tres de la tarde me llaman y me comunican que hay un órgano para mi y que me tengo que ir, así sin más».

En ese momento se puso en marcha todo el protocolo de actuación previsto, que incluía una ambulancia para el traslado a Madrid. «Me llamaron a las tres y a las tres y cuarto estaba saliendo a Madrid. Por el camino me van llamando para ver cuantos kilómetros quedaban, si había mucho tráfico, en fin para saber con precisión el momento de mi llegada". Llegó al Doce de Octubre, subió a la planta del hospital, firmó los papeles, se bañó y directamente al quirófano. «Allí me dicen que estaba sin confirmar el órgano y que pudiera ser que fallase. Se han dado casos de estar en el quirófano y tenerse que salir porque el órgano no está en condiciones o por cualquier circunstancia no pueden colocártelo».

El doctor Moreno, el mismo que estará en Zamora el próximo jueves recibiendo un premio de investigación de la Fundación Caja Rural y las instituciones local y provincial, coordinó la operación. «Me habían hablado de entre doce y quince horas, pero yo estuve nueve horas y media en el quirófano». Susana Sutil, su esposa, fue la que más sufrió durante la intervención: «Entró a las ocho en quirófano y a las dos y media salió el doctor Moreno a informarme de que ya estaba implantado el órgano pero todavía quedaba por cerrar y faltaban unas dos horas aproximadamente. A él mientras lo durmieran estaba feliz, pero yo, ¿todo ese tiempo de espera?. Estuve muy acompañada por todos mis familiares, pero se pasó mal».

Tras la intervención y una vez lograda el alta tiene que seguir tomando una medicación «que mientras no se descubra otra cosa será de por vida» para evitar el rechazo. Hasta ahora no ha tenido ningún problema y puede hacer una vida normal, incluso anda en bicicleta, deporte al que es aficionado y que le recomendaron los médicos.

Juan Manuel no ha intentado nunca conocer a la familia de la persona que le donó el hígado: «Si me pregunta si me gustaría, si. Si lo que me pregunta es si he tenido curiosidad, no. No sé nada y ni siquiera comento la fecha exacta en que me realizaron el transplante, porque es una cosa que se hace y ya está. Se suelen saber los donantes en caso de famosos, pero si no es difícil o casi imposible saber quién es. El año que me operaron a mi hubo más de 900 trasplantados de hígado. Salen a más de dos por día». Susana sí preguntó por el donante, pero sólo le dijeron que era una persona joven, «lo demás no le importa».

Agradecido a ese donante desconocido, desde luego sí que está: "Evidentemente. Cada vez que celebro mi cumpleaños también pienso que otra familia está recordando que perdieron una persona, un ser querido. Yo creo que todos los transplantados pensaremos lo mismo. Porque llevo diez años de vida sin ningún problema de ninguna clase».

La Opinión de Zamora, Carlos Gil, 03 de noviembre de 2008, leer nota completa

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