Testimonio de persona trasplantada, hígado nuevo vida nueva

Un trasplantado de hígado cuenta cómo se enfrentó a la operación hace once años y anima a «todo el mundo» a implicarse en este «gesto solidario»

Gregorio Etxebarria Kerexeta compró su primer móvil hace once años. Tenía que estar localizado. Esperaba un hígado y no podía permitirse el lujo de perder ni un sólo segundo. «Recuerdo que volvía con mi hijo de cinco años de la playa cuando sonó el teléfono». Era julio y estaba veraneando con toda la familia en Bakio. La primera llamada falló. No había cobertura suficiente. La segunda no. Era el centro coordinador de trasplantes. Habían encontrado un órgano compatible y debía acudir al hospital de Cruces tan rápido como pudiese. Después de dos meses y medio de espera había llegado el momento. «El 20 de julio de 1997 volvía a nacer», se felicita.

La historia de Gregorio, profesor de Economía de la Universidad del País Vasco, es la de miles de personas que cada año se ven obligadas a pasar por el quirófano para someterse a un trasplante. «No es una experiencia fácil, pero cuando te dicen que la alternativa puede ser la muerte, lo primero que piensas es que eres un ser afortunado. Lo peor es la incertidumbre, el no saber...», confiesa. Gregorio Etxebarria nunca había tenido ningún problema de salud hasta que a los cuarenta años le diagnosticaron una colangitis esclerosante primaria, una enfermedad hepática extraña que obstruye los conductos por los que circula la bilis.

«Pasé varios años con ingresos hospitalarios -alternaba el hospital de Cruces con el Clinic de Barcelona-, hasta que me plantearon el trasplante de hígado como única salida. Por aquel entonces, hablar de trasplante de órganos todavía te ponía los pelos de punta. Yo trataba de estar tranquilo, pero reconozco que los primeros días lo pasé muy mal», recuerda. Por eso agradece el «trato humano» dispensado por las auxiliares, enfermeras, médicos y psicólogos durante todo el proceso. «Hablé mucho con ellos, sobre todo con el doctor Ortiz de Urbina. Sabía perfectamente a lo que me enfrentaba».
Quizás por eso, Gregorio no vivió con mucha ansiedad el momento previo a la operación. «Al contrario. Cuando me despedí de mi familia antes de entrar al quirófano estaba muy esperanzado». La intervención comenzó a las doce de la noche y se prolongó hasta primera hora de la mañana, momento que Gregorio vivió con especial emoción. «La sensación de despertarte y ver que todavía estás vivo es indescriptible», confiesa el profesor getxotarra. Lo curioso del caso es que Gregorio tuvo que pasar por esa experiencia dos veces, porque lo tuvieron que volver a operar a los pocos días. «Sabía que podía pasar y estaba tranquilo». «Afortunadamente», todo salió bien y quince días después le dieron el alta médica.

«Los primeros meses se hacen un poco pesados porque estás medio recluido y tienes que entrar a muchos sitios con mascarilla. Por los demás, haces una vida completamente normal», explica Gregorio, corredor habitual de pruebas de media maratón. Desde la operación, sólo ha tenido un «episodio fuerte» relacionado con el trasplante. Sufrió lo que se conoce como «rechazo agudo tardío», achaque que logró «remontar» después de probar diferentes medicaciones hasta dar con la «combinación acertada». Pero la cosa no quedó aquí. En un control rutinario, le detectaron un melanoma maligno en la espalda, que le operaron al día siguiente. Pese a todo, se considera un «tipo afortunado».

Agradecimiento

Once años después, Gregorio Etxebarria hace una vida «absolutamente normal». Practica varios deportes, sube al monte, da clases en dos facultades... «Sólo me acuerdo de que me han trasplantado el hígado cuando tengo que ir a hacer las revisiones. El resto del tiempo ni se me pasa por la cabeza», asegura.
«El agradecimiento que sientes hacia el donante y a su familia es infinito -añade-. El receptor no tiene ningún contacto con ellos, pero en mi caso sé que el órgano venía de Asturias porque se lo oí a los médicos antes de entrar en quirófano».
Gregorio, como la mayoría de las personas que sobreviven gracias a un trasplante de órganos, se siente en la obligación de lanzar un mensaje para concienciar a la ciudadanía de la importancia de un acto tan «sencillo» y a la vez tan «solidario» como es una donación: «Es importante que los familiares de las personas que fallecen se den cuenta de que la muerte de su ser querido puede salvar la vida de otras personas».

Diario Vasco - C Barreiro - septiembre de 2008, leer nota completa

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